domingo, 9 de noviembre de 2008

Notas de lector de Ìtalo Calvino, Colección de arena.

Según lo que trabajamos en clase, este ensayo tiene una forma de espiral. No me di cuenta de eso en la primera lectura pero cuando lo releí buscando esa forma la encontré y me pareció muy interesante.
En un primer momento, se empieza desde lo más material. Se cuenta que hay una persona que colecciona arena y dónde lo hace. Luego le da importancia al lugar que esta colección ocupa en la exposición que no es tan importante.
Luego, me pareció interesante la reflexión que hace de cómo por la materia, en este caso la colección de arena, introduce a un lugar, a otro mundo y revela una descripción del mundo distinta. A partir de la colección se va a poder fijar en el tiempo y en el espacio, cada experiencia para “documentar” lo vivido.
Luego establece la analogía entre colección y diario de viaje: “como toda colección, también esta es un diario: diario de viajes, claro está, pero también diario de sentimientos, de estados de ánimo, de humores, aunque no podamos estar seguros… (…) O quizá sólo diario de esa oscura manía que nos impulsa tanto a reunir una colección como a llevar un diario, es decir, la necesidad de transformar el transcurrir de la propia existencia en una serie de objetos salvados de la dispersión o en una serie de líneas escritas, cristalizadas fuera del continuo fluir de los pensamientos.” Cuando leí esto, me pensé a mi misma escribiendo con esa necesidad de capturar el mundo que pasa por mis ojos y por mis pensamientos. Y me volví a preguntar ¿por qué es tan necesario escribir, coleccionar palabras en un papel, o coleccionar arena?
¿Por qué esa necesidad de ponerle a todo una etiqueta? ¿Volver todo una cosa? Eso también se pregunta Calvino sobre la obsesión del coleccionista y evoca a las carpetas de aquel que en pone nombre a todo con un frenético acto de titular todo lo que tenemos dentro nuestro.
Luego dice que todo esto implica un procedimiento mental y una forma de “poseer, adueñarse de la vida y los acontecimientos de los que me entero.” Tenemos que objetivar todo para vivir en sociedad. Esto me recuerda a Godelier un antropólogo neomarxista, que analiza en un texto titulado “Poder y lenguaje” las relaciones de desigualdad en una tribu de Nueva Guinea. Acá cuenta cómo los hombres tenían un lenguaje cifrado que consistía en cambiarle el nombre a las cosas para que las mujeres no sepan de qué estaban hablando. Ellos pensaban que haciendo esto, se iban a poder adueñar de las cosas, hacerlas suyas. ¿Esta será también un poco la obsesión del coleccionista? “Durante todo el día ojeo, recojo, ordeno, clasifico, selecciono y reduzco todo a la forma de álbumes de colección. Estas colecciones se convierten así en mi vida ilustrada.”
Después Calvino, señala cómo nos creamos a partir de ver una colección una imagen propia del mundo. Nos vemos una persona abstracta que estuvo en tal lugar y coleccionó tal cosa. No identificamos con eso “un yo que podría ser también yo”. Esto es igual a ver una fotografía de un viaje. El álbum de foto es una colección de imágenes. Se vuelve una obsesión. Miramos las fotos de otros y pensamos que nosotros también podríamos tener una foto parecida.
Esto es un poco lo que hacen los Famas (en Historias de Cronopios y Famas, Julio Cortázar) en el texto “Conservación de los recuerdos”: “Los famas para conservar sus recuerdos proceden a embalsamarlos en la siguiente forma: Luego de fijado el recuerdo con pelos y señales, lo envuelven de pies a cabeza en una sábana negra y lo colocan parado contra la pared de la sala, con un cartelito que dice: <>, o: <>” Este fragmento creo que ilustra un poco a la conclusión, que al final del ensayo llega Calvino: “Quizá escrutando la arena como arena, las palabras como palabras, podamos acercarnos a entender cómo y en qué medida el mundo triturado y erosionado puede todavía encontrar en ellas fundamento y modelo.”
Creo que en eso se basa un poco, lo que hacemos todos: materializar lo que podamos para explicar el por qué estamos acá. Coleccionar arena para dar cuenta de por qué la pisamos. Llenar una hoja blanca con una mancha negra llena de palabras para buscarle un sentido a nuestro existir. ¿Será posible alejarse de esas obsesiones?

Notas de lector de Michel de Montaigne, De los caníbales

El ensayo comienza relatando la llegada del rey Pirro a Italia haciendo referencia a los bárbaros que eran considerados todos los extranjeros. Luego reflexionará sobre las ansias de descubrimiento: “Temo acaso tengamos los ojos más grandes que el vientre, y más curiosidad que capacidad. Lo abarcamos todo, pero no abrazamos sino viento.” Después de esto hará una descripción de las transformaciones de la tierra por la naturaleza en cuanto territorios.
Es interesante el tono crítico que a partir de ahí comienza a tener el ensayo. Principalmente lo que critica, es esa idea etnocentrista de ver a los Otros en términos peyorativos, situando al Nosotros en un estadio superior del desarrollo. Él dice, que todas las historias están mediadas por la opinión y la subjetividad del que las cuenta. Pero volviendo a su crítica, Montaigne sostiene que para él los pueblos que se describen no tienen nada de bárbaros y afirma que “uno llama barbarie a lo que es ajeno a sus costumbres”.
Describe la sociedad de un pueblo que practica el canibalismo pero basándose en sus costumbres más positivas, y si bien no deja de reconocer para él “la barbarie y el horror que supone comerse al enemigo” cree que es mejor comprender sus faltas y ver también las nuestras. Para esto argumenta diciendo, que el individuo “civilizado” funciona como un obstáculo para la naturaleza porque no deja avanzar sus fuerzas naturales. Menciona lo “bárbaras” que fueron las guerras de religión (aunque no lo hace explícitamente pero sí haciendo referencia).
El tono del ensayo es muy crítico, y se sostiene con argumentaciones bastante firmes y claras. Opone modos de vida e ideas, pero a la vez es bastante sutil. Esta sutileza se ilustra muy bien cuando llega al final y dice “Todo esto suena muy bien. ¿Y entonces, qué? Pues que esta gente no usa calzas ni zapatos.”
Es muy interesante como trata el tema y lleva al lector a que quizás pueda replantearse el trato en referencia a las otras culturas y empezar a criticar un poco la suya. Aquí se nota fuertemente la eficacia de la persuasión del ensayista.

Mecanismos de la escritura de viaje de Cardona en la Argentina Crónica.

Siguiendo los mecanismos narrativos en el capítulo Viajes y descubrimientos de Cardona, se pueden aplicar éstos a los textos del libro “La Argentina Crónica”. En este caso elegí para analizar la crónica titulada “Operación Jaja”. En esta se trata la historia del clac (reidores) en Argentina.
Con respecto a los mecanismos narrativos que trata Cardona se pueden aplicar los siguientes:
· Invitación al lector: da cuenta de la presencia de los lectores. El autor dice que esto se señala a partir del uso de las alocuciones. Si bien en este caso no hay presencia de aquellas (es decir que la narradora no se refiere al enunciatario mediante alocuciones); se puede ver cómo se construye aquel con el tono que utiliza la cronista – más bien informal- y cómo lo invita a interesarte mediante la inclusión de historia del rubro y a través de sus propias reflexiones que pueden llegar a crear una identificación del lector.
· El corte textual: se refiere a la acumulación de imágenes y sensaciones del viajero, la descripción de “lo nuevo que se tropieza con fragmentos” y la intromisión de puntos de vista. En esta crónica está muy presente este tipo de mecanismos. Durante todo el recorrido de la cronista en el canal de televisión abundan las descripciones del lugar, las personas y la sensación de la cronista. Con el uso de los testimonios de los reidores se ve claramente el cruce de putnos de vista. Esto si ilustra, por ejemplo, en el énfasis que pone la cronista en la risa y cómo la trata desde distintas perspectivas.
A esto mismo también se refiere la narradora cuando da su definición de crónica periodística: “(…) Por eso, se busca un lenguaje distinto del que vemos en el periodismo diario, y se habla del cruce de géneros entre periodismo y literatura.” “En una crónica, la vida no es blanca o negra, los matices importan y uno puedo escribir de los reidores y reflejar el llanto que existe en una carcajada.”
· Espacio y tiempo de la narración: En este apartado Cardona asevera que en los viajes se cambia la concepción misma de espacio. En este caso el espacio está demarcado dentro del estudio de televisión y con respecto al tiempo de la narración de desarrolla en un día de grabación de la jornada de trabajo del clac.
Por otra parte, la cronista sigue, o al menos parece, seguir el orden de los hechos como se le ocurrieron supuestamente a ella. Esto hace seguir según Cardona un hilo narrativo.
Además es evidente la tensión entre lo nuevo y lo conocido y cómo contarlo. Si bien esta cronista no se desplaza a un lugar lejano como lo haría otro viajero y cuenta historias que para la gente que está en medio forman parte de su cotidianeidad. Tiene que hacer el esfuerzo por presentar lo nuevo y hacer veraz su narración (recomponiendo esto con historias, testimonios, etc.). “La finalidad de una crónica es contar una historia, iluminar un pedazo de mundo.” Esto es también un poco lo que sostiene un poco Cardona que se da al pasar el tiempo en la literatura de viajes.

Notas de lector de la Argentina Crónica 2

Skinheads antifascistas: el lado rojo de la fuerza
Esta crónica intenta construir un poco el movimiento skinhead y a su vez da la sensación de querer tirar abajo ciertos prejuicios es imaginarios sociales que asocian a esta subcultura con los pro nazis.
La línea en la cual se sostiene el relato está basada en el encuentro del cronista con algunos de los personajes que son skin heads. En un primer momento describe la situación de un encuentro en particular, le da mucha importancia a la observación del cronista y eso se nota por el detallismo en las distancias y en que pone énfasis en la lejanía y cercanía de él y de los skin heads. Cuando termina de relatar esta situación deja en claro que estuvo dos meses con ellos para poder construir su historia y presenta a los personajes.
En una segunda parte, se cuestiona sobre la no historicidad que se le da al fenómeno y se propone a contar la historia del movimiento. El relato es muy relajado, simple y claro. Acá se explica la justificación del por qué existe el prejuicio con esta gente. Luego de esto, retoma la estructura basada en el encuentro con los skin heads, tiene muy presente el lugar geográfico (en este caso Parque Centenario) y empieza a profundizar con las historias de diferentes personas que dan cuenta un poco de las características de los skin heads.
Por otro lado, se nota mucho el trabajo con testimonio. Si bien el cronista se nota presente, abundan más los testimonios ya sean desde enunciados directos o desde el relato del propio narrador.
En cuanto a los testimonios directos, se muestra un poco la opinión propia de los skin heads frente a su vida y a lo que es formar parte de este grupo.
En una tercer parte, se cuenta la historia de la muerte de Marcelo Scalera, que desde un principio, se van dando indicios poco claros sobre este acontecimiento y lo que significó para algunos de estos personajes.
Por último, el cronista resume un poco el recorrido geográfico que fue haciendo a lo largo de su trabajo y a su vez afirma que el recorrido que suelen hacer ellos siempre. Es un forma más de mostrar “su realidad”.
La crónica termina con un juicio de valor algo irónico por parte del cronista, que finalmente toma posición sobre lo que vio y vivió.


En campaña con Duhalde y Ortega
Esta crónica tiene dos partes muy marcadas: en un primer momento es muy descriptiva y el cronista está muy presente y en un segundo momento se basa en testimonios.
La crónica se basa en el viaje de vuelta que hacen los candidatos presidenciales desde el norte hacia Buenos Aires. Me parece muy interesante el juego que hace el cronista con el nombre del tren, “La Esperanza”. Lo utiliza con cierto tipo de ironía.
Después de la descripción de la partida se presentan los personajes y se vuelve a jugar con el nombre del tren, cuando cita lo que una persona dice “manténganse lejos del tren”, “lejos de la esperanza”.
En esta parte de la crónica hay un trabajo de descripción bastante fuerte en donde se vislumbran las paradojas que trae todo este espectáculo político en el cual aparece un tren para que lleguen los candidatos, pero su vez en la cotidianeidad del lugar todo se presenta desolado y abandonado. Se le da mucha importancia a la mirada del narrador desde adentro del tren. Esto da lugar a una reflexión del cronista y su toma de posición dentro de toda la escena que el la resume en una foto.
Esta reflexión sobre la foto fue un buen recurso para articular la primera parte con la segunda ya que ésta última comienza con “la meta de un político es convertirse en un afiche…” “A veces es bueno agarrar los afiches y arrugarlos hasta que le salga la tinta por los ojos”. Esta reflexión da paso a un cuestionario del cronista hacia los candidatos. Lo se resalta de estas preguntas es su contenido. No son las típicas preguntas que se les suelen hacer a los políticos, sino que pareciera que se intenta desmitificar la imagen del político que aparece en una foto. Hay una idea de mostrar “el otro lado” de la situación. Eso está muy presente en toda la crónica, a mi parecer. Desde que se quiere mostrar el “otro lado” desde la intimidad del viaje dentro del tren, y también en la segunda parte se muestra el otro lado de la imagen que representa el afiche.
Finalmente, la crónica termina con la vuelta a Retiro y se mantiene de parte del cronista la idea de toda la situación como un espectáculo.
Las hermanas satánicas
La crónica se basa en el encuentro con Gabriela Vásquez, hermana de Silvina quién asesinó a su padre para “quitarle el demonio”, después de tres años del acontecimiento.
En una primera parte se empieza con una pregunta muestra la presencia del cronista y el encuentro de la protagonista de la crónica con éste.
Se describe a Gabriela Vásquez, muy detalladamente como se puede ver cuando se menciona la cicatriz que tiene en su cara. El hecho de mencionar es la apariencia de toda una historia detrás de ella.
Luego se cuenta qué fue lo que pasó o y cuál fue la correlación del entono como respuesta a lo acontecido.
En la segunda parte de la crónica, el narrador vuelve en el tiempo para contar la historia del nacimiento del padre y establecer una relación de él con esa imagen de “demonio” con respecto a la causa de su concepción. Además cuenta cómo el padre conoció a su mujer y de ahí el nacimiento de las hermanas hasta la muerte de la madre de ellas lo que provocó actitudes extrañas en Silvina.
Se retoma la situación del encuentro en la casa del cronista quien también describe a Gabriela cómo era antes y ahora en qué lugar quedó (para él es una víctima); pero siempre aparece una relación tensa entre ambos porque en esta segunda parte, el cronista aparece con ciertos comentarios incisivos, irónicos. Eso se puede ver cuando habla sobre el demonio, la sangre y cuando menciona que Gabriela le grita y le dice que vaya a conocer la casa donde sucedió todo.
Eso da pie a la tercera parte de la crónica dónde se describe la casa y toda la situación después del crimen, lo que pasó Gabriela en la cárcel y la relación con su hermana. En esta parte el relato es más cronológico y no está tan presente la figura del cronista.
En una cuarta parte se vuelve a mencionar la historia del padre pero antes de su muerte en dónde él se entera lo que se plantea en un principio en el relato. Esto da cuenta de una estructura circular que da pie a la finalización que muestra cómo quedó el lazo entre hermanas.
A caballo de la fe
Esta crónica está basada en la descripción de la peregrinación hacia el santuario de la Difunta Correa en San Juan.
Sigue un una secuencia cronológica, lineal, es decir que no va y viene mucho en el tiempo y desde el primer momento se sitúa en el tiempo del relato.
También en un principio, se marca el lugar del cronista cuando describe la sensación con respecto a su entorno en ese momento.
Es una narración muy descriptiva que tiene en cuenta los detalles para que se note el carácter ritual de la situación.
En una parte en la descripción se intercala la historia de la Difunta Correa y de su celebración, y además se incluye el comentario de un antropóloga sobre ese tipo creencias como para dar lugar a otra perspectiva, cosa que en las crónicas anteriores aún no había aparecido.
También se hace uso de los testimonio de otros peregrinos y se le da importancia a la descripción de la gente que asiste a la peregrinación.
La mirada y sensación del cronista está muy presente y finalmente da la sensación que encontró algo o que se identificó un poco con lo que fue a buscar.
La política en los Boxes
Esta crónica está dividida en partes. En un primer lugar se cuenta una situación anecdótica de 1972 para presentar el tema de la crónica: que la política se hace en cualquier lado. Lo que intenta este texto es mostrar la otra realidad que no está mostrada en “los libros de política o cívica”. En segundo y tercer lugar, la otra parte transcurre en dos bares diversos con gente relacionada con la política.
El cronista está muy presente en toda la crónica y utiliza un estilo muy informal que se también refleja que el escenario de la política es muy descontracturado.
Utiliza la transcripción de diálogos que continúan con este estilo coloquial y además se cuenta anécdotas y chismes sobre este mundo.
Finalizando la crónica el narrador compara cómo era tratada la política anteriormente y muestra que no transcurría tanto cafés y restaurantes y por último hace una reflexión sobre lo qué es hacer política y cuestionándose cómo lo hacía antes sarmiento.

viernes, 12 de septiembre de 2008

La argentina Crónica: Operación Jaja, Un día en la vida de Pepita la pistolera, El Caso Poblete.

En las primeras tres crónicas del libro La Argentina Crónica se construyen tres tipos de realidad e historias distintas. Cada una maneja un tiempo y una estructura que las sostiene distinta.
En primer lugar, “Operación Jaja” trata sobre la historia de los reidores (los clac) en Argentina.
La línea estructural que sostiene la crónica se vaya en la descripción del estudio de televisión de canal 9, en el momento en el cual se emite un programa (“La peluquería de los Mateos”). Esta descripción tanto del lugar, como de las personas que están presentes en él está intercalada con explicaciones sobre la historia del clac (los reidores).
Además, focaliza en varios testimonios (que sostienen su relato) como los de Susana Pasos, Angel Vanezuela, Hugo Lettieri, etc. los cuales sirven de puente para contar sus propias historias en relación al género.
En una parte de la crónica hay una reflexión de la cronista sobre la risa y termina con el final de la jornada laboral en la cual la cronista conecta su historia con las risas y se siente parte del lugar: “Yo también me rio, soy parte.”. Además describe su sentimiento paradójico al final del día relacionado con ganas de llorar. Se hace mucho énfasis en la risa desde diferentes puntos de vista.
En segundo lugar, “Un día en la vida de Pepita la pistolera” es sobre una mujer que fue vinculada con el asesinato de José Luis Cabezas, y se hizo conocida por eso. La línea en la que sigue toda la crónica se enfoca en el encuentro con esta mujer y principalmente en su descripción (vestuario, gestos, relaciones con gente del lugar).
La crónica empieza contando la historia del padre para llegar a presentar a “Pepita la pistolera” como es conocida.
Su descripción se intercala con su biografía básicamente y se utiliza su propio testimonio. Me da la sensación que esta crónica tuvo una especie de estructura circular ya que a lo último se justifica el por qué del apodo (Pepita la pistolera) que se presenta al inicio de la crónica.
En tercer lugar, “El caso Poblete” cuenta la historia de la del caso Poblete en el que se basó la declaración de las leyes de Obediencia de vida y Punto final como inconstitucionales. La estructura de la crónica, a diferencia de las otras dos, empieza con la historia de la madre de José Pepe Poblete y finaliza cronológicamente hasta hoy en día. Es decir que es más lineal y no va y viene mucho en el tiempo.
Paralelamente, se explica el contexto histórico político de Argentina, según cada momento de la vida de esta familia.
La crónica está dividida en partes en las que se tratan: la historia de la madre de Pepe, la historia de amigos, y familiares de él, su accidente en el tren, su establecimiento en Bs. As, etc.
En la última parte se explica cómo apareció su hija, y se focaliza en la relación de ésta con su familia biológica.
Algo que me pareció interesante remarcar es la utilización recurrente del tema del destino durante toda la crónica y en todas las historias.
Por último, una de las cosas que se puede resaltar es la relación del cronista con cada historia. Por ejemplo en la primera crónica, el cronista ocupa un lugar de importancia dentro de la crónica, al igual que en la segunda en la que se ve un compromiso con la protagonista de la historia, pero en la tercera el cronista está más desdibujado aunque sí se nota su presencia.

jueves, 4 de septiembre de 2008

Estación central


Dora y Josué se encuentran en viaje en búsqueda del padre de él. Un micro lleno de gente. Dora tomando alcohol. El niño también. Dora ni se imaginaba que iba a terminar ahí, ni tampoco que iba a viajar en un camión, que se iba a sentir deseos por el conductor de ese camión. Ni que iba a estar en una peregrinación, ni en ningún lugar nuevo. Vivir todo eso para llegar a un objetivo, un destino. Conocer lugares, gente. Conocer a Josué.
Antes lo hacía eso también. Pero sin desplazarse, viajaba por miles de historias de otras personas, cuando éstas por no saber escribir le pedían que ella les escriba para mandar cartas. Pero a ella no le importaba, se burlaba. Aunque conocía a mucha gente, gente que quizás nunca iba a volver a ver.
Un día eso cambió, el destino quiso que viaje miles de kilómetros para ayudar a ese nene que se había quedado sin madre. O mejor aún, para ayudarse a ella para encontrarse, para probarse, para superarse. Creo que Dora empezó un nuevo camino en el momento que emprendió su viaje con él.
Esto me lleva a pensar en el encuentro con cosas nuevas, inesperadas. La sensación de libertad de ir por cualquier lugar sin decirle nada a nadie. Conocer, mirar, ver, hablar. Todo eso lleva al conocimiento de uno mismo. Encontrar gente que transita por el mismo camino en otros destinos. Y compartir el destino con alguien que uno no se imagina. Ver otras realidades, construir una propia realidad. Dora cambió la suya, construyó una relación de afecto con Josué, lo conoció, se dejó conocer, y cuando logró el cambio y llegó a su destino decidió volver como suele hacer el héroe después de sus viajes: identificándose con lo que fue a buscar.

viernes, 15 de agosto de 2008

Yo tengo un hermano

Con ciertos nervios y ansiedad esperé. Me había llamado el lunes anterior y me dibujó una sonrisa saber que pasaríamos un día juntos. Nos bajamos de aquel colectivo[1] para ahora subirnos a su auto. No sabía a dónde íbamos a ir, pero tenía mucha impaciencia. Quería que llegue. Toda la semana esperando que sea jueves. Fue jueves.

[2]Yo tuve un hermano
no nos vimos nunca
pero no importaba.

Siempre que espero a mi hermano tengo miedo de que no llegue. Mi papá me contaba que cuando las cosas no andaban bien entre ellos, él le decía que venía y no venía. Me acuerdo que una vez mi abuelo Domingo, que lleva justamente su nombre, quiso juntar a todos los nietos un día del niño. Mi hermano era su nieto preferido, sé que principalmente quería que vaya él. Yo tenía alrededor de once años. Estaba tan entusiasmada y no vino. Mi abuelo lo esperó sentado, me acuerdo que no durmió la siesta esa tarde. No entendía por qué y tenía la necesidad de entender.
Igualmente, sabía que ahora iba a llegar. Escuché la puerta de un auto que se cerró en la puerta de mi casa y predije inmediatamente el ruido del timbre.
¿Iba a encontrar respuestas a mis preguntas? ¿Iba a comenzar a entender?
Despegamos de Aldo Bonzi donde ambos vivimos toda la vida. Claro que en casas separadas. Nos separa una distancia de aproximadamente 10 cuadras y pensar que a pesar de nuestra cercanía no nos veíamos tan seguido. Gracias a eso es por qué explico mi condición de hija única. “Tengo un hermano, pero soy hija única.” Siempre dije eso porque nunca me crié con un hermano. Aunque lo tenga. Él es hijo del primer matrimonio de mi papá. Nos llevamos veinte años, es decir que cuando yo nací él tenía mi edad. Ahora me imagino lo difícil que debe ser tener un hermano después de 20 años de ser el único. Y encima un hermano con el que sólo compartís el padre y no la madre.
Subimos al auto que nos permitió recrear esa metáfora que construimos en un encuentro anterior: “Obviamente estamos en un mismo micro. Ahora estamos sentados al lado y en otro momento estábamos en otra punta.”[3] En el auto él manejó y yo fui su acompañante.
Rápidamente me explicó el recorrido que íbamos a hacer. Sé que disfrutó el momento del despegue de su ciudad natal para encontrarse con otra cosa, al menos por obligación. Sonaba música brasilera de fondo en la radio y había un rayo de sol que no me dejaba ver del todo.
“Vamos a ir a Puerto Madero a entregar una carpeta, después a Once y por último a Flores. Te traigo acá y yo después sigo.” No me esperaba ese recorrido, pero me pareció buenísimo.
En la autopista el sol ya se había ido y el paisaje estaba bastante confuso y desdibujado a causa de la niebla. Mi hermano ya había sacado su caja de Marlboro y tenía su primer cigarrillo en la boca. El humo se perdía por la ventanilla en la niebla.
Dentro del auto él tiene su hábitat. En la parte de atrás hay un conjunto de agendas, papeles que me decía que tenía que ordenar.
Eran las 10:30 y ya habíamos llegado a Puerto Madero. Teníamos que estacionar y no encontrábamos dónde. Dimos muchas vueltas. Por el parabrisas veía varios edificios construyéndose. Actualmente esta es una zona de muchos andamios y restaurantes. Era un paisaje muy gris y el clima ayudaba a que parezca más gris. Será que me gustan los colores. Me acuerdo una de las primeras veces en las que empezamos a vernos más seguido, que no sé por qué terminamos en la Boca con mi papá y él. Él había dicho que le gustaría vivir en La Boca. ¿Será por los colores?
Seguimos dando vueltas buscando un lugar para estacionar, y el gris no era lo nuestro se ve.
-¿Viste que acá todas las calles tienen nombres de mujeres? Me comentó. No me había dado cuenta, y siguiendo el nombre de estas mujeres encontramos estacionamiento. Él ya tenía experiencia con los nombres de mujer…
Hacía frío y estaba muy nublado, pero al menos ya no tenía ese rayo de sol que me molestaba en nuestro despegue y estaba mucho más cómoda.
Entramos en un edificio con un sistema de seguridad bastante molesto. Sólo teníamos que dejar una carpeta. El “hombre de seguridad” de la recepción le preguntó su apellido.
- Catanzariti.
- Catanzariti, Domingo ¿no?
- Sí, parece que ya vine acá.
Como dije anteriormente él lleva el nombre de mi abuelo. Aunque todos lo conocen como “Mingo” a secas. Mi papá quiso seguir esa famosa costumbre italiana de ponerle a su primer hijo varón el nombre de su padre. No sé si él habrá estado muy conforme durante su infancia con su nombre. Pero la cosa es que para mí el apodo “Mingo” me permite reconocerlo, tiene personalidad. Cuando me preguntan por él y lo mencionan así, lo primero que se me viene a la cabeza es él, su bajo blanco y su cigarrillo en la boca.
Yo también seguí la misma suerte de usar el nombre de mis abuelas, como para no romper con la tradición. En eso coincidimos. Aunque ese nombre quedó en segundo lugar, y, por suerte, él tuvo la decisión de elegir cómo me llamarían toda mi vida y qué palabra acompañaría a nuestro apellido en mi DNI. Digo por suerte porque me gusta mi nombre. Laura. Él ya tenía experiencia en nombres de mujer…
Luego de sacarse una foto, me quedé esperando para ahorrar el trámite de que dos Catanzaritis queden registrados y fotografiados en la computadora de quién sabe qué empresa sólo para estar ahí dos minutos y entregar una carpeta. Finalmente salimos y me dice: “ahora vamos a hacer algo más bueno.” Nos subimos de nuevo al Corsa bordó mezclado con el gris de la tierra que tenía por fuera en donde se veía una inscripción que decía “lavame sucio” que me causó gracia y emprendimos nuestro viaje en búsqueda de un pantalón.
* * *
Yo tuve un hermano
que iba por los montes
mientras yo dormía.

El paisaje se veía gris todavía y yo seguía a su lado, como habíamos hablado aquella vez. Eran alrededor de las 11 AM y había mucho ruido de autos y colectivos. El viaje hasta Once se hacía largo, pero no por eso menos entretenido.
-“Ahora cuando lleguemos haceme acordar que tengo que comprar una porra para el jardín de Fede.” Me dijo.
Fede es su hijo, mi sobrino. Tema infaltable en nuestras charlas. Es un buen punto de unión. Cuando él nació nos empezamos a ver más seguido.
Antes, cuando estábamos distanciados, siempre tuve ganas de abrazar a mi hermano. Había una foto que siempre miraba. Una foto de la que no recordaba nada y hace relativamente poco apareció en el living de mi casa. Siempre la miraba como irreconocible. Estábamos los cuatro posando: mi papá, mi mamá, él con el pelo más largo y rulos que abundaban en su cabeza, su cara llena de barba alzándome a mí que tenía cara de asombro, supongo que porque me habrá llamado la atención el fotógrafo. Atrás se veía la iglesia de Luján y yo llevaba puesto un gorro del Club Atlético Boca Juniors que por lo que sé me lo regaló él ese día. Se notaba que todos teníamos muchos años menos encima.
Averigüé con mi mamá si se acordaba de ese día. Me contó que era un domingo nublado y un poco lluvioso (parecido al clima que estábamos teniendo en ese momento), y mi papá lo invitó a ir pensando que no vendría pero apareció con las facturas. Viajamos en la Lujanera, un servicio de la línea 52 que se hacía en ese entonces y que iba casualmente de Once (hacia donde nos dirigíamos en este momento) a Luján. Durante el viaje tomaron mate, costumbre típica argentina con la finalidad de compartir. Me di cuenta que antes también viajamos uno al lado del otro compartiendo, ya habíamos vivido la metáfora del micro y la prueba estaba en la foto. Hicimos el típico recorrido que se hace allá, fuimos a comer a un recreo en el cual había un músico y mi mamá recuerda que se reían porque yo me senté delante de él y lo miraba fijo. Creo que a veces hago eso también hoy en día cuando lo voy a ver tocar a Mingo. Después me llevó a pasear por el lugar y ahí fue cuando me compró el gorro. Antes de volver nos sacamos la foto. Y yo con dos años y sin recordarlo lo abrazaba, sin ninguna vergüenza.
Durante el tiempo que estuvimos distanciados no sé si lo abracé. O al menos sigo sin recordar ningún abrazo, pero sí recuerdo el primero que le di después de tanto tiempo. Un abrazo con ganas. Un 8 de junio de 2005. El día que nació Fede. A eso voy con lo de punto de unión.
Seguimos charlando, metidos en el medio del tráfico. Muy atrás había quedado ese despegue que lo motiva tanto en sus viajes y seguimos avanzando.
-“Quiero un pantalón negro, de corderoy sin rayas” ¿De corderoy sin rayas? Pensé y sonreí.
-“No lo consigo por ningún lado, pero me dijeron que lo que yo busco es un pantalón de pana. Y me da un poco de vergüenza decir que quiero ese pantalón.” Se rió y me reí. Seguía al tráfico.
Me comentó que estábamos cerca de dónde él hacía terapia. Me sorprendí porque no sabía que seguía haciendo. Seguimos avanzando y se prendió un cigarrillo. El tráfico era más fluido. Le pregunté qué lo hizo ir a un psicólogo y me dijo que cuando el tuvo hepatitis C, empezó. Yo creo acordarme de esa época, aunque no entendía cuán grave era su enfermedad. El tema es que ahí empezó y hoy en día sigue. Entre charlas sobre terapias y psicólogos (tema que creo que le interesa porque una vez empezó a estudiar psicología) me empecé a dar cuenta que coincidíamos en puntos de vista sobre el mundo y en nuestra personalidad. Conversamos respecto a la gente, las adicciones (yo a la comida, él al tabaco), etc. Nos conocimos un poco más. Ambos coincidimos en la importancia de la conversación.
-“Y así empezamos con Gisela.” Me dijo.
- ¿”Cómo? Nunca me contaste bien cómo se conocieron.”
Gisela es su compañera de vida, la mamá de Fede. Hace 17 años que están juntos pero para él se pasaron intensos, rapidísimos. Se conocieron aproximadamente en la época que fuimos a pasear a Luján, me imagino. Ella era amiga de la novia de ese entonces de un amigo de él, pero al principio no pasó nada. Luego cuando él se decidió a terminar el secundario y le quedaba por rendir una materia, ella lo preparó. Se juntaban todos los días en una pizzería de Tapiales en donde se la pasaban conversando. Y así se dio todo.
Finalmente, llegamos a Once. Pasamos por un cotillón, compramos la porra. Había mucha gente. Telas, señores con sombreros y mucha barba y en la Avenida Corrientes muchos autos pasaban por ahí. Había un viento frío. Otro cigarrillo prendido.
Esta iba a ser la primera vez que lo acompañaba a comprar algo. Consiguió su pantalón de pana, aunque primero lo pidió como “corderoy sin rayas.” Le quedaba bastante bien, aunque no sé porqué lo quería teñir con anilina negra. Seguimos viaje.

* * *
Lo quiero a mi modo
le tomé su voz
libre como el agua.
Otra vez abrochándonos el cinturón de seguridad. Nos acercamos a un barrio de menos edificios y más casas bajas. La radio seguía de fondo. Estábamos cerca de Boedo, pero creo que aún no me ubicaba.
-“¿Viste en donde estamos? En la esquina Homero Manzi” No sé si en mi cabeza o materialicé mi pensamiento en sustancia fónica, pero recordé los primeros versos del tango Sur. San Juan y Boedo antigua… Sur, paredón y después. ¿Qué habría después? Él sabía que me iba a dar cuenta de eso. Me gusta mucho el tango, a él también le gusta, no sé si mucho pero le gusta. Hace un tiempo me había comentado que su tango favorito era “El día que me quieras”… y que le gustaba la Fernández Fierro[4]. Nos estábamos encontrando.
Comimos y alrededor de las 13 horas salimos de ahí, en busca de un kiosco para comprar cigarrillos. Me dijo que él más o menos conoce esa zona. Creo que era porque le gustaba. Me preguntó si quería algo dulce y le dije que no. Me acordé de una de nuestras primeras salidas cuando yo tenía alrededor de 15 años que fuimos a un homenaje de un jugador a la cancha de Boca. Era la primera vez que iba, y encima la primera vez que salía con él, al menos para mi memoria. No me acuerdo mucho del día, pero sí me quedó grabado que me compró una caja de maní con chocolate que aún tengo guardada y la transformé en amuleto por eso.
De ahí nos fuimos a Flores, y estacionamos en un lugar para hacer tiempo. Cuando habíamos estado en Once, me dio un par de entradas para que lo vaya a ver al día siguiente que tocaba.
Él con la música no tiene distancias. Toca en su banda desde los 13 años, empezaron ensayando en lo que hoy es mi dormitorio. Cosas de la vida ¿no? Es algo que disfruta, y se nota cuando habla de eso. Ahí no tiene ningún tipo de presiones y si las hay las disfruta. Sensación de libertad, sentir como si nada hubiese pasado. La música es un viaje para él.
Su banda se llama los Pérez García. Empezaron siendo tres, empezaron con otro nombre, cambiaron de integrantes, son conocidos donde vivimos. Sacaron tres discos. Me acuerdo que cuando tenían el primero, un día fui a la casa creo que a saludarlo por el cumpleaños y me regaló uno. Qué felicidad que tenía. Cuando vino el segundo, fui a verlo a un lugar en Palermo donde lo presentaron. Y hoy en día voy con mis amigos. “Me encanta que vengas a lo shows, es algo muy groso. Está mi hermana ahí, yo ya tocaba cuando ella nació y ella está ahí.”[5] De eso me enteré hace poco. Y estoy acá y ahí también.

* * *
Caminé de a ratos
cerca de su sombra
no nos vimos nunca
pero no importaba.
Me quedé sola. Él se fue a hacer su trabajo y me dejó con cierto temor en el auto. No sabía si dejar la llave o no. “Me llevo la llave, así no te llevan a ningún lado” me dijo. Yo me iba a quedar ahí.
No hay humo de cigarrillo y estoy acá, ocupando este lugar, no, no, mejor digo compartiéndolo. Compartir el mismo viaje que empezó hace 19 años, que empezó esta mañana, que despegamos de Aldo Bonzi. Y ahora estoy sola pensando todo esto, sabiendo que por mucho tiempo ambos estuvimos solos, pero sabíamos que estaba el otro, sentíamos las distancias, él pensaba que tenía la vida resuelta por un lado y hay cosas que estaban y eran. Él estaba trabajando, yo en su auto; él estaba entendiendo lo que era la adultez, yo jugando con mis muñecas; él con su música, yo interesándome recién por la mía; el estaba sufriendo y yo no lo sabía. ¡¿Por qué no lo sabía?! Si yo siempre lo quise y no entendía por qué no estaba ahí y no podía saberlo. Ahora lo entiendo. Nos separaban kilómetros. No entendía, no entendía y por alguna razón todos me preguntaban por él y no me molestaba eso, me dolía no saber qué responder porque no lo sabía y quería saber. Me enojé, mucho, muchísimo, no podés obligar a alguien a que te quiera me decían y ¡no! Trate de convencerme de eso pero sabía que no era así, que es mi hermano y si yo lo quería y lo extrañaba ¿por qué él no?, aunque no éramos el estereotipo de hermanos que todos tenemos en la cabeza. Es mi hermano.
Yo estoy acá junto a él, aunque ahora esté sola, lo estoy esperando, siguiendo, acompañando. Estoy acá después de casi 20 años de viaje, después de un día de viaje, nos quedamos dormidos unos cuántos kilómetros y estamos acá, porque no agarramos rutas diferentes, sólo nos quedamos dormidos, estamos acá. Juntos. Y sé que va a haber más camino porque realmente vale la pena. Lo quiero mucho y lo entiendo, porque es un poco yo, porque mira parecido a mí, porque vive su vida como a mi me gustaría vivir, porque si las distancias aparecen yo ya sé construir puentes, porque lo sigo conociendo y me encanta, porque lo escucho y me sorprendo, porque aunque no esté yo sigo oliendo el humo de su cigarrillo, porque él ahora me enseña, y yo también a él. Ya no hay más distancias, no las siento y él tampoco. Se volvió a subir al auto.
Mi hermano despierto
mientras yo dormía.
Mi hermano mostrándome
detrás de la noche
su estrella elegida.
Ahora se terminaba nuestro día, nuestro viaje, volvíamos al lugar de partida, previo café en una YPF del medio de la autopista. Y conseguí lo que quería: avanzar un poco más. “La lección vale para cualquier viaje, que sólo puede lograrse si el viajero que va en busca del Otro llega a identificarse con él.”[6]. Creo que así fue.
[1] Lo del colectivo se refiere al cuento que escribí a partir de la entrevista, no tiene título aún.
[2] Estrofas de un poema de Julio Cortázar dedicado al Che Guevara titulado “Yo tuve un hermano” (1967). Hice algunas modificaciones en los tiempos verbales del poema.
[3] Fragmento desgrabado de la entrevista.
[4] Orquesta típica de tango
[5] Fragmento desgrabado de la entrevista.
[6] Fragmento de “El viajero y su búsqueda” de Jaques Brosse.